Llevaba esperando desde hace unos meses la opinión/crítica sobre la primer novela que escribí, titulada Ayer, por parte de un editor que trabaja en una de la editoriales más grandes del mundo. Se podrán imaginar los nervios, la emoción y las expectativas que se habían venido acumulando desde que supe que el texto estaba en sus manos.
Hace una semana, por fin, tuve el veredicto del editor sobre la obra. La crítica, a mi parecer, fue todo menos buena para la carrera literaria que estoy tratando de construir y aunque llena de enseñanzas para las futuras obras que escriba, en su momento, fue en lo último que pensé después de haberla leído.
Cabe mencionar que no es la primera gran desilusión a la que me enfrento en este proceso de lograr publicar una obra. El año pasado, por ahí de julio sino mal recuerdo, me enteré que no fui el ganador del concurso Mauricio Achar/Random House 2015, y por alguna extraña razón –quizá fue mi ignorancia acerca de estos concursos y el entusiasmo de concursar por primera vez– creí que ganar era una verdadera posibilidad.
Por supuesto que no fue así. Son concursos muy concurridos, donde compiten muchísimos autores y también hay que tomar en cuenta las necesidades y/o la línea editorial de quién lo organiza y que la obra que uno ingrese esté alineada con las mismas y sobre todo, que uno presente una obra de calidad. Aunque consciente de todo esto, fue inevitable sentirme triste y derrotado por la noticia de no haber sido el ganador pero no se comparó ni tantito con lo que sentí al leer las palabras del editor.
Probablemente porque en el caso del concurso –al perder junto a otras 400 novelas aproximadamente– fue una derrota comunal que se perdió entre el anonimato de las otras cientos de novelas que tampoco ganaron. En este caso, fue totalmente lo contrario. Fue un concurso, donde solo yo concursaba por lo mismo la crítica del editor fue algo totalmente nuevo para mi.
Primero porque a diferencia del concurso, aquí era yo y solo yo, sin nadie entre quién desaparecer y en segunda porque es la primer crítica que recibo de un editor profesional que está en el medio literario. Lo más duro de todo para mi fue pensar que la obra estuvo en manos de una persona que podía tomar la decisión de publicarla o llevarla directamente con quién tuviera el poder de hacerlo.
Luego, vinieron las preguntas: ¿Me doy por vencido? O ¿apelo a las muchas historias de grandes escritores que fueron rechazados una y otra vez convirtiendo la situación en una señal de buen augurio? Pero ¿hay realmente consuelo en el rechazo? Las decepción tiende a ramificarse pasando por muchas heridas. Autoestima, ego. Cosas que me llevaron a pensar también en preguntas como: ¿Se arrepentirá el editor al rechazar la obra cuando las obras que escriba a posterior sean leídas y bien recibidas por los lectores? ¿Se arrepentiría también de sus palabras con las cuales dio muerte o más bien, invalidó casi por completo una obra por la cual sangré a nivel emocional?
Fue a través de Whatsapp por donde recibí la crítica. Me preguntaron: ¿seguro? ¿no prefieres que te lo diga en persona? Imposible, pensé. Seguro, escribí. Una vez leída –en un largo mensaje en el celular– me refugié en mi cuarto, abandonado el plan de hace minutos en donde comenzaría a ver con mi hermana la serie de televisión Fargo.
Me tiré sobre mi cama e invoque el silencio, cerrando los ojos, apagando el mundo y esperando también apagar el sentimiento de derrota. Pero no pude mantener los ojos cerrados ni un minuto. Tomé mi celular, abrí Google y escribí torpemente con los dedos, «F. Scott Fitzgerald rejections».
Era obvio que buscaría justificación en lo rechazos que padecieron otros antes de mi –como en el caso de un gigante como Fitzgerald–, para así darle un vuelco épico a la situación en la que me encontraba pensando “si le pasó a él y me está pasando a mi, quiere decir que voy por el camino adecuado”.
Curiosamente, esta vez que busqué en Google no me arrojó los resultados que yo esperaba. Si, encontré de inmediato una cita donde él escritor americano clamaba haber sido rechazado 122 veces antes de que pudiera vender su primera historia; dato que ya conocía y en el cual no pude encontrar confort porque ya había sido utilizado para cauterizar heridas pasadas del mismo índole, desarrollando así una inmunidad a su poder curativo.
Sin embargo, dos o tres resultados más adelante me topé con una carta de «rechazo» escrita por el mismo Fitzgerald donde le daba retroalimentación a una tal Frances Turnbull, estudiante universitaria y amiga de la familia, sobre un cuento que ella escribió.
La coincidencia entre mis sentimientos y la situación descrita en la carta del autor del Gran Gatsby me pareció milagrosamente coincidente, recordando así las palabras que me dijo una persona en el aeropuerto de Santiago, Chile, “las coincidencias son los pequeños milagros en donde Dios pasa por el anonimato”.
Creo que no hace falta explicar la milagrosa coincidencia ni la gran lección enterrada en la misma. Basta con leer ambos textos, primero, la crítica hacía la primer novela que escribí y después la carta ya mencionada de F. Scott Fitzgerald a Turnbull, para que la enseñanza hable por si sola.
Nada como la propia literatura para curar un rechazo literario.
Crítica de Ayer, primer novela que escribí:
Pues si, querido, no creo que jale, al menos aquí.:
A manera concisa.
El tema del libro es el amor, pero el estilo permanece en esas novelas simplistas de corte romántico en que existe un personaje tallado para recibir el llanto con alegría y una mujer pasional sin remordimientos; personajes que no se desarrollan sino que son cómplices de una historia vista y leída. Parece un pretexto para conjurar el estilo lacrimógeno que altera a los adolescentes. No existe en realidad originalidad en la forma de narrar la historia ni una exploración atractiva de la historia de amor. Por más que intente añadir a la historia un relato introspectivo, no se cuela en el texto ninguna idea ni propuesta sobresaliente.
Sobre la lectura de la novela, las primeras páginas carecen de una puesta formal de escena ni argumento, sino digresiones aparentemente sesudas sobre la naturaleza del amor. Hay que esperar algunas páginas para comenzar el relato de un protagonista que recuerda y trata de explicar un amor destructivo y memorable. El texto fluye y funciona descriptivamente en las escenas en que hay actividad dramática, pero cae inmediatamente después como consecuencia de abigarradas contemplaciones.
En resumen, la novela es un extendido llanto sobre el amor, desde una perspectiva personal y con argumento endeble. El autor se rige de una historia conocida que tiene un final predecible, y su público puede ser muy abierto, pero perdido en una montaña de novelas similares.
Enviado desde mi iPhone
Carta de F. Scott Fitzgerald:
November 9, 1938
Dear Frances:
I’ve read the story carefully and, Frances, I’m afraid the price for doing professional work is a good deal higher than you are prepared to pay at present. You’ve got to sell your heart, your strongest reactions, not the little minor things that only touch you lightly, the little experiences that you might tell at dinner. This is especially true when you begin to write, when you have not yet developed the tricks of interesting people on paper, when you have none of the technique which it takes time to learn. When, in short, you have only your emotions to sell.
This is the experience of all writers. It was necessary for Dickens to put into Oliver Twist the child’s passionate resentment at being abused and starved that had haunted his whole childhood. Ernest Hemingway’s first stories ‘In Our Time’ went right down to the bottom of all that he had ever felt and known. In ‘This Side of Paradise’ I wrote about a love affair that was still bleeding as fresh as the skin wound on a haemophile.
The amateur, seeing how the professional having learned all that he’ll ever learn about writing can take a trivial thing such as the most superficial reactions of three uncharacterized girls and make it witty and charming — the amateur thinks he or she can do the same. But the amateur can only realize his ability to transfer his emotions to another person by some such desperate and radical expedient as tearing your first tragic love story out of your heart and putting it on pages for people to see.
That, anyhow, is the price of admission. Whether you are prepared to pay it or, whether it coincides or conflicts with your attitude on what is ‘nice’ is something for you to decide. But literature, even light literature, will accept nothing less from the neophyte. It is one of those professions that wants the ‘works.’ You wouldn’t be interested in a soldier who was only a little brave.
In the light of this, it doesn’t seem worth while to analyze why this story isn’t saleable but I am too fond of you to kid you along about it, as one tends to do at my age. If you ever decide to tell your stories, no one would be more interested than,
Your old friend,
F. Scott Fitzgerald
P.S. I might say that the writing is smooth and agreeable and some of the pages very apt and charming. You have talent — which is the equivalent of a soldier having the right physical qualifications for entering West Point.
Felicidades. En principio por el blog, esto te ayudará a escribir y escribir seguido, como «calentamiento» de un entrenamiento. En segundo, la aceptación de tu «derrota», que sonará masoquista pero si creo que es un primer paso.
Yo cuando pienso en rechazos literarios pienso en J.K. Rowling.
Pero lo que es cierto es que son muchas historias de obstáculos, yo misma he vivido varios en mi profesión. Y es que nada en la vida vale sin retos.
Y lo principal es que no lo tomes como rechazo, sino como consejo. Alguna vez te dije que los libros son como los hijos, y cuestan mucho trabajo, pero quien si no es su creador, debe de defenderlos y estar orgulloso. Y al igual, no es lo mismo un padre primerizo. Así que, aún puedes, aun debes, aprender, experimentar, y seguir equivocándote para aprender mas.
No te rindas, pero mas importante, ábrete a las opiniones, ábrete a experiencias, y disfruta de cada cosa, buena o mala.
Creo que sería bueno preguntarnos, ¿para qué escribimos? y mejor aún, ¿para quién escribimos?. Yo respondí esa pregunta hace tiempo: escribo para mi y porque me es imposible no escribir.
El terminar una ópera prima, concursarla y ganar es tan poco probable como casarte con la primera mujer que te gusta y durar con ella toda la vida. Las historias de rechazo abundan porque son parte de nuestra vida: en el amor, en la escuela, en el trabajo y mucho más en el inefable océano de las palabras.
Sube la guardia, mueve los pies, entrena diez veces más duro y entrega tu vida al mal pagado y hermoso arte de escribir: no existe otra receta.
El dedicarte a esto que te dedicas es un oficio heroico en el sentido más clásico de la palabra. Eres un héroe, y como tal, recibirás incontables golpes. Estoy seguro que estás a la altura y que no tendrás problemas para salir avante aunque, de forma obligatoria, habrá muchas más decepciones.
Amén Alan. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Gracias por leerme y sobre todo por comentar. ¡Abrazo!